Por AFP
(ABC) PARÍS. Entre el 5 y el 6
de junio próximos, el Lucero del Alba pasará entre la Tierra y el Sol, una
alineación excepcional que no se volverá a ver antes de 105 años y que todos
los astrónomos aficionados y expertos en astrofísica esperan ansiosos.
(Foto tomada el 8 de junio del
2004, que muestra un amanecer sobre Nueva York, detrás del planeta Venus, el
punto en el costado derecho. / AFP)
“Es ahora o nunca”, advierte la revista británica Physics World en su último número, pues hasta diciembre de 2117 no volverá a ocurrir este fenómeno.
El 5 de junio a partir de las
22:09 GMT, y durante cerca de siete horas, un lunar negro 32 veces más pequeño
que el Sol, la sombra de Venus, atravesará el disco solar y podrá contemplarse
a simple vista, aunque habrá que llevar unos lentes protectores adaptados como
los que se utilizan para los eclipses.
Sin embargo, sólo podrá
observarse desde algunas partes del planeta a la puesta o a la salida del Sol.
En París, por ejemplo, no se
podrá ver la llegada de Venus ya que el Sol se habrá puesto para entonces.
Sin embargo, se podrá observar
durante una hora a partir de la salida del astro, el 6 de junio a las 5:50
locales.
Aunque es menos espectacular
que un eclipse, el tránsito de Venus ofrece una riqueza de informaciones mucho
mayor para los científicos.
“Desde hace varios siglos, el
paso de Venus por delante del Sol es un gran momento para los astrónomos y no
va a ser diferente en 2012, con motivo de esta oportunidad excepcional”, resume
Claude Catala, presidente del Observatorio de París.
Como este fenómeno se produce
dos veces separadas por ocho años en un siglo, antes de la última vez, en junio
de 2004, ningún astrónomo vivo había podido estudiarlo.
Después de que el matemático
alemán Johannes Kepler predijera el fenómeno, solo cinco alineaciones de Venus
con el sol han podido ser estudiadas por los astrónomos occidentales: en 1639,
1761, 1769 y 1874 y la más reciente remonta a 1882.
ESTUDIAR LA ATMÓSFERA
En el Siglo de las Luces, la
llegada de Venus a la línea del Sol suscitó un gran entusiasmo en las grandes
naciones, con el envío, varios años antes, de costosas expediciones marítimas
al Océano Índico o al Pacífico.
Hay que decir que lo que
estaba en juego era mucho, pues la alineación permitía calcular con mucha
precisión, por trigonometría, la distancia de la Tierra y el Sol.
Y es que, si ahora se conoce a
la perfección esta “unidad astronómica” (unos 149.597.870 km), fácilmente
medible con ayuda de satélites, entonces era imposible calcularla directamente
sin utilizar un “objeto” celeste como Venus.
A su paso en 2004, centenares
de estudiantes y astrónomos aficionados calcularon de nuevo las medidas de sus
ilustres predecesores, como el explorador británico James Cook o el francés
Cassini en el siglo XVIII, recuerda Jean-Eudes Arlot (CNRS/Instituto de
Mecánica Celeste y de Cálculo de Efemérides).
Gracias al progreso técnico
(GPS, cronómetros, etc.) lograron mayor precisión en las medidas que los
astrónomos profesionales de la época.
Las observaciones de 2004
también permitieron a los científicos afinar sus armas para el segundo paso de
Venus.
“En 2012, se sabe que se puede
distinguir la atmósfera del planeta, mientras que antes de 2004 se pensaba que
era imposible”, dice Arlot.
El estudio de la atmósfera
venusiana permitirá las comparaciones con las de los exoplanetas potencialmente
habitables. Los astrónomos franceses han organizado una expedición científica
internacional para estudiarla desde nueve puntos diferentes del Pacífico, de
Asia o América, con ayuda de “cytherographs” (del griego Kitera, uno de los
nombres de la diosa Venus o Afrodita) especialmente desarrollados para esta
ocasión.
También se podrán utilizar los
telescopios existentes, al igual que la sonda europea Venus Express, el
telescopio espacial Hubble, y diferentes satélites.
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